lunes, 15 de noviembre de 2010

DIVINO TESORO - CAPITULO 21 - BETINA KRAHN

CAPITULO 21

— Viniste a controlarme, Renville? — Treasure preguntó, desafiante .
— No — él entró y cerró la puerta. — Parece que no hay cuartos suficientes. Tendré que pasar LA noche aquí. Dormiré en el piso .
Treasure se ruborizó, y Renville interpretó eso como una demostración de rabia.
— La camarera de Larenda vino ayudarme a desvestir y encontró la puerta trancada. Tuve que decirle que no precisaría de ella esta noche — ella cruzó los brazos sobre el pecho. — Pero no puedo desaprender la espalda del vestido. Necesito tu ayuda.
Sterling tragó en seco y se aproximó. Nunca sabía qué iba a suceder cuando estaba cerca de Treasure. Soltó los ganchos y Treasure se dio vuelta para agradecerle. Notó un brillo en la mirada de Renville, un brillo que ella conocía muy bien.
Entonces, se acercó al guardarropa y comenzó a desvestirse bajo la mirada atenta de Renville, quien se había sentado en una poltrona. Ella se sentó delante del tocador para soltar sus cabellos, y el recuerdo del perfume que exhalaba de los bucles lo perturbó .
Hechizado, Renville la vio acercarse y decir algo sobre cordones. Se dio cuenta que ella le daba la espalda nuevamente y quitaba el cabello a un costado para que desate el corset. ?l se levantó y obedeció.
Sin notar el efecto que causaba en él, Treasure se quitó el corset como si fuese una segunda piel . Sus movimientos eran naturales y fluidos, como en esa primera noche en la orilla del río. Sin ninguna duda, estaba delante de una mujer muy deseable. Y esa era su esposa!
Treasure se sentó para quitarse los zapatos, pero él le impidió hacerlo.
— No. Ya que te estoy ayudando, también voy a sacarte los zapatos — Renville murmuró, poniéndose de rodillas y sujetando el pie entre las manos.
Antes que ella se hubiese dado cuenta de lo que estaba sucediendo, Renville le levantó el pie y besó el tobillo, la pierna... el muslo . Treasure apenas podía respirar. A continuación, repitió las mismos caricias con el otro pie y , sin avisar, la tomó en brazos y la llevó a la cama. Se acostó y se sentó al lado de ella. Levantó la camisa y corrió la liga que sujetaba sus medias, y mientras la media se deslizaba , él besaba su piel desnuda. Cuando el pie quedó libre, lo besó también.
Treasure había llegado a su limite. Sujetó la cabeza de él entre sus manos e hizo que él la mirase. Los ojos de Renville brillaban de deseo, y ella lo acercó para besarle los labios con ansiedad. En ese momento, sabían que habían llegado a un punto desde donde no había más retorno, estaban ambos dominados por el deseo, y sólo les restaba dar rienda suelta a las sensaciones que incendiaban sus cuerpos y torturaban sus almas.


Sterling despertó primero. Cerró los ojos e pensó nos meses que había pasado deseando Treasure y luchando contra su orgullo.
Treasure se movió en los brazos fuertes y lo miró .
— Eres maravilloso, Renville — murmuró, como si hubiese hecho un feliz descubrimiento . Cuando lo vio reír, ella se sonrojó y preguntó: — Tus masajes en los pies fueron increíbles. Cómo sabes eso?
— Yo ... Practiqué.
— Oh... — ella se mostró decepcionada.
— Aunque últimamente no he practicado mucho.
— Sabes, cada vez que estamos juntos yo aprendo algo — ella confesó, sonriendo cándidamente.
— Es verdad. Aprendes, y cómo aprendes.
— Quiero decir, sobre los tobillos y los dedos de los pies y ... las otras partes. Nunca pensé que ciertas partes pudiesen ser tan sensibles. Sientes lo mismo?
— Yo ... no sé. Es decir , nunca... — él tragó en seco, debido al rumbo que la conversación estaba tomando. — No es común para una esposa. Quiero decir, los hombres no hacen eso con sus esposas.
— Nadie nunca te hizo eso ? — Treasure preguntó, sorpresa.
El aristocrático Sterling Renville se sonrojó hasta la raíz del cabello. Su silencio fue la respuesta.
Treasure descendió hasta las piernas de su marido y comenzó a hacerle masajes circulares en los dedos de los pies.
— Treasure, no... — Renville murmuró, pero se calló, incapaz de continuar.
Y Treasure empezó a besarle los pies, llegando hasta las rodillas y muslos musculosos. Cuando ella trató de apartarse, él murmuró su nombre, y no fue sorpresa para Treasure cuando Renville se acostó sobre ella, devorándole los labios.
Cuando logró respirar nuevamente, Treasure preguntó:
— Te gustó ?
— Hum — él gimió, e hizo el amor con ella de una manera que nunca había hecho antes.


Treasure despertó y no vio Renville en la cama. Se sentó, creyendo que él se había marchado. Pero el baúl de cuero con sus pertenencias continuaban allí. Súbitamente, miró a su alrededor y miró uno de los rincones del cuarto.
El estaba sentado en una poltrona, con las piernas extendidas, la cabeza apoyada en el respaldo y los ojos cerrados.
Ese era el momento que Treasure temía. ?l la amaba y después volvía a colocar la enorme barrera entre los dos.
Pero no esa vez! Esa vez ella no permitiría que lo hiciese. Salió de la cama. Hacía frío y sus pezones se pusieron rígidos. fue al guardarropa y tomó un camisón de seda. Se sentó frente al espejo y cepilló sus cabellos. Un minuto después, sintió las manos de Sterling en sus hombros. Lo miró , sorprendentemente parecía muy sereno. Treasure sintió un gran alivio. ?l todavía era de ella.
— Pedí café y chocolate — él dijo. — No comiste mucho anoche .
— Estaba... muy nerviosa — ella susurró —, intentando recordar como hacer todo correctamente.
El dejó de acariciar su espalda, y Treasure se arrepintió de haber dicho aquello.
— Hay muchas cosas que recordar , no ? — Renville preguntó, sin dejar de acariciarla. — Estás maravillosa con ese camisón — él pasó los dedos por el contorno de sus pechos.
— Larenda lo escogió — ella susurró. — Ella dice que a los hombres les gusta estas cosas.
— Si ? Ella tiene razón . No esperaba eso de Larenda.
— Me vas a amar otra vez?
— Estoy considerando esa posibilidad.
— Bien, si lo decides, prometeme una cosa...
— Qué? — él levantó el mentón de ella.
Qué podía querer Treasure después de las cosas que le había hecho la noche anterior? Renville nunca había sentido tanto placer. Si ella decidiese cobrarle , él pagaría cualquier precio.
— Prometa que no... te arrepentirás después.
— Lo prometo — él murmuró, besando sus labios, nariz y frente.
A continuación la tomó en sus brazos y la llevó a la cama, donde la amó con mucha ternura.
Renville cumplió la promesa que había hecho y no pareció arrepentirse de haber hecho el amor. Su conducta superó las expectativas de Treasure. Pero sus esperanzas fueron destruidas cuando lo oyó dar órdenes para que trajsen a carruaje del duque.
— Voy a llevar a Treasure a Rothmere — él le explicó a su tío —, después vuelvo a Londres, donde tengo por lo menos un mes de trabajo. Debes quedarte unos días más para mantener las apariencias.
El duque sacudió la cabeza, pareciendo decepcionado, y Larenda no dijo nada. Treasure miró a Sterling repentinamente irritada porque él quería llevarla de vuelta a Rothmere para dejarla sola.
— Puedes llevarme de vuelta a Rothmere si es lo que quieres , pero yo no lo haría — Treasure declaró, mirando significativamente a Larenda. — Fui educada para comportarme de un modo más libre si no estoy bajo la supervisión adecuada.
— Vos ... qué? — él frunció el ceño, sorprendido.
— ?ltimamente, debes haber notado, Larenda está actuando de un modo diferente. Y el duque, bien... ?l es bastante permisivo en relación a mí. Estás seguro que puedes confiar en mí ?
— No seas absurda, Treasure. vas a a Rothmere y te vas a comportar como una dama.
— Yo ? Una dama? Te estás olvidando, Renville. Soy una libre pensadora . Por otro lado, probablemente yo hallaría Londres bastante atractivo . Con tantos descubrimientos para ser hechos estaré demasiado ocupada como para comportarme mal. Y bajo tu eficiente orientación estoy segura que aprenderé mucho.
Treasure intentaba hacer que él la considerase su esposa no sólo para el placer.
Renville puso las manos en la cintura y se quedó pensativo. Tendría que aceptarla en su vida o perderla para siempre. Y la vida sin Treasure era impensable.
Cuando la miró nuevamente, Treasure dio un paso hacia él. Su expresión era serena, como si estuviese preparada para lo peor. Renville miró esos ojos encantadores y capituló .
— Mandaré el carruaje de vuelta de Londres en uno o dos días para llevarlos — él le dijo al y a Larenda.
— Oh, gracias, Renville! — Treasure arrojó los brazos alrededor del cuello de su marido y lo besó en los labios.
Dos grupos de personas se detuvieron en el pasillo para observar la escena. Renville la abrazó rápidamente e intentó no mostrar vergüenza.
— Una cosa mas — Treasure le guiñó un ojo a Larenda. — Si no llevamos a Larenda con nosotros ella probablemente hará algo desesperado , como escapar con Vance Montreaux, por ejemplo.
— Oh — Larenda balbuceó. — estaba pensando en eso justamente !
— Está bien — Renville miró a Larenda. — Quieres venir con nosotros también? — él le preguntó a su tío.


La casa del duque de Rothmere en Londres era una pequeña, pero muy elegante , instalada entre otras casas suntuosas. Londres era el centro del mundo, pero, al mismo tiempo, un lugar donde todos se conocían y las historias se esparcían rápidamente.
Huddleston, el mayordomo, no esperaba a Renville de vuelta tan pronto y acompañado. Había dado día libre a los criados y no había en la cocina provisiones suficientes para una buena comida. La solución fue preparar una cena fría.
Pronto, todos se enteraron de la llegada del barón Renville y sus acompañantes.
El mayordomo canoso los llevó a los aposentos que Renville estaba ocupando y prometió que, a la mañana siguiente, abriría toda la casa para ventilarla.
Larenda investigó las condiciones de los otros aposentos, mostrando a Treasure parte del segundo piso.
Se hizo evidente que Renville sólo había usado su cuarto y la biblioteca, y Treasure se sintió aliviada. No debía haber llevado compañía femenina allí, lo que, por si solo , ya era un avance.
— Por Dios , Sterling — Larenda debería haber llegado a la misma conclusión — Estás aquí hace dos meses y no abriste toda la casa?
— Mis necesidades eran sencillas. Sin anfitriona no recibí nadie.
Hubo un extraño intercambio de miradas entre Sterling y el mayordomo cuando Treasure dijo que su baúl debería ser colocado en el cuarto de Renville.
— Qué hice mal ? — Treasure le preguntó a Larenda, cuando el mayordomo se alejó.
— Los caballeros y sus esposas no suelen compartir el mismo cuarto. Fue culpa mía . Olvidé decirte eso .
— la pareja no duerme en el mismo cuarto? Y como ellos... — Treasure vio a Larenda ruborizarse. — Robert y vos dormían separados?
— No estuvimos casados durante mucho tiempo; menos de seis meses, y él no era... un marido muy exigente. Había señales, como una bata extendido en la cama o vino en la mesa de luz para... Bien, ya sabes.
— Qué extraño. En Culpepper una pareja siempre duerme en la misma cama.
— Si ? — Larenda pareció sorprendida. — Bien, creo que aquí eso no funcionará. Imagine al caballero viendo a su esposa desvestida y con el cabello despeinado... Sería muy vergonzoso.
Fue el turno de Treasure de sentirse admirada. Renville era un perfecto caballero, pero nunca se había sentido avergonzado por verla desvestida y despeinada. Tal vez fuese Larenda quien tuviese esa opinión, o su marido Robert.
Era mejor acabar con el tema . Entonces, esa noche, Sterling fue a la cama tarde, después de quedarse durante un buen tiempo en la sala de visitas tomando coñac. El cuarto estaba a oscuras, y Treasure se aproximó a su marido en silencio.
— No sabía sobre los cuartos separados... disculpame — ella se sentó sobre el regazo de Renville, apartando el cabello del rostro anguloso. — Larenda dice que debemos dormir en camas separadas para que vos no te sientas avergonzado, y que hay ciertas señales para...
— Tengo que agradecerle a Larenda por haber sido tan útil — él murmuró, abrazándola. — Si, hay señales... Esta es suficiente?
Los dos se besaron y , como siempre, Treasure se abandonó a las caricias de él, quien la cargó a la cama donde iniciaron otra noche de amor. Las caricias se intensificaban en el afán de consuma el acto de amor, pero Renville súbitamente se detuvo , se quedó de costado y miró a Treasure.
— Algo... mal ? — ella preguntó.
— No — él susurró, acariciándole los pechos. — Sólo deseo prolongar tu placer.
— Puedes... hacer eso?
— Claro que puedo — él la besó tiernamente. — Sabes, hay miles de maneras de hacer el amor!
El modo en que Treasure lo miró lo hizo inclinar a cabeza hacia atrás y soltar una sonora carcajada.
— Si ? Tantas ?
— Por lo menos un millón , mi tesoro — él continuaba riendo.
— Y ya te diste cuenta que hasta ahora sólo usamos siete maneras? — Treasure preguntó, riendo también.
— Dios... — él cerró los ojos — Ella las contó!

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